
El oro es uno de los metales preciosos más valorados en el mundo de la joyería, y sus tonalidades —amarillo, blanco y rosa— son una elección importante al seleccionar piezas. Cada color tiene un proceso de fabricación único y características que lo diferencian, lo que permite a los joyeros y consumidores encontrar opciones que se adapten a sus gustos y preferencias.

Oro Amarillo
El oro amarillo es el color más clásico y reconocible. En su forma más pura, aunque en la joyería casi siempre se utiliza en aleación con otros metales para aumentar su durabilidad, ya que el puro (24k) es demasiado blando para el uso cotidiano. El oro amarillo suele estar aleado con cobre y plata para crear una tonalidad que conserva ese brillo característico que muchos asocian con el oro. Esta mezcla también contribuye a su resistencia y maleabilidad. En joyería, el color amarillo es apreciado por su aspecto cálido y su capacidad para mantener una apariencia tradicional y lujosa.

Oro blanco
El oro blanco se destaca por su apariencia moderna y elegante, ideal para quienes prefieren un estilo más discreto. A menudo se confunde con el platino debido a su color similar, pero la realidad es que se trata de una aleación de metales como níquel, paladio o plata junto con el metal precioso, lo que le otorga su distintivo tono plateado.
Una característica clave del oro blanco es su recubrimiento con rodio, un metal precioso que añade un brillo adicional y protege la pieza contra la decoloración. Con el tiempo, el rodio puede desgastarse, lo que hace necesario un mantenimiento periódico para mantener el aspecto original y la luminosidad de las joyas.
Esta mezcla y tratamiento hacen del oro blanco una opción perfecta para quienes buscan una combinación de modernidad y sofisticación en sus joyas, con la ventaja de un estilo más sutil y refinado.

Oro rosa
En los últimos años, el color rosa ha ganado popularidad por su tono suave y romántico. Esta tonalidad se consigue al mezclar el metal precioso con una cantidad significativa de cobre, lo que le proporciona su característico color cálido y rosado.
El cobre, al ser el elemento que aporta el color rosado, también juega un papel crucial en la variación de la tonalidad. Dependiendo de la proporción de cobre en la aleación, el color puede variar desde un rosa pálido hasta un tono más rojizo.
Además de aportar color, el cobre añade una notable resistencia, haciendo que las piezas sean especialmente duraderas y más resistentes al desgaste en comparación con otros tipos de aleaciones. Esta combinación de estética y funcionalidad ha convertido al rosa en una opción muy apreciada por aquellos que buscan joyas con un toque de romanticismo y una robustez superior.

Diferencias entre 18k y 14k
El quilataje indica la proporción de oro en la aleación. El de 18k contiene un 75%, mientras que el de 14k tiene un 58.3%. El de 18k es más suave y caro, con un tono más intenso, mientras que el de 14k es más duradero y asequible.
Fabricación de los diferentes colores
La creación de los colores de oro implica aleaciones específicas. El amarillo se logra mezclándolo con plata y cobre. El blanco combina el metal puro con níquel, paladio o plata y a menudo se recubre con rodio. El rosa se fabrica añadiendo más cobre que en el amarillo, lo que da su distintivo tono rosado. La elección depende del estilo personal y el uso previsto.